miércoles, 17 de abril de 2013

0 El Capitan Alatriste, de Arturo Pérez-Reverte (1996)



Un bravo y curtido espadachín, “más valiente que honesto”, con sombrero de ala ancha, afilada espada toledana al cinto y daga escondida en la bota, matón a sueldo del siglo XVII que renta sus habilidades con el acero al mejor postor, claro, cuando no está departiendo en una taberna madrileña de dudosa reputación al lado de poetas embriagados, pajes sedientos de aventuras y heterodoxos frailes que evangelizan copa en mano. Éste es nuestro antihéroe, Diego Alatriste y Tenorio, protagonista de la que seguramente es la más popular de las sagas escritas en español en los años recientes, “Las aventuras del capitán Alatriste”, una serie de siete libros del escritor Arturo Pérez-Reverte que comienza precisamente con el epónimo “El capitán Alatriste”, un relato de acción e intrigas, elegante, ágil e incluso divertido, al menos a su manera.

Y es que la receta de Pérez-Reverte tiene todos los elementos imprescindibles de las novelas clásicas de aventuras: Alatriste, espadachín recio y sensato, pero no por eso menos canalla, se ve hundido hasta el cuello en un complot para asesinar al futuro Rey de Inglaterra, urdido por oscuros miembros de la corte real española, lo que lo llevará a ver de cerca la muerte, reflejada ya sea en los doblones de oro de la Santa Inquisición o en el acero de la espada de Malatesta, sicario italiano que anda tras su pellejo. Y todo aderezado con bellas doncellas de mirada engañosa, galantes nobles que pelean hombro a hombro con el protagonista en aras del honor y una curiosa comparsa que incluye al mismísimo Francisco de Quevedo.

Pese al talentoso trabajo que Pérez-Reverte realiza en la primera entrega de la saga, “El capitán Alatriste” puede no dejar conforme a los lectores experimentados. Pérez-Reverte nos ofrece una lectura entretenida y con líneas tan afiladas como las espadas de los protagonistas, es cierto, pero también melosa y frecuentemente predecible. Por no mencionar que el autor se excede en la ligereza de su obra, y cuando uno apenas comienza a ponerse cómodo, la primera entrega de Alatriste ya se ha terminado. Inevitablemente hace pensar que si todos los libros de Alatriste son así, la saga de siete partes se pudo haber publicado en tres o cuatro títulos.

El mismo capitán Alatriste es un personaje que provoca sentimientos encontrados: entrañable y perfectamente construido, al grado que da entrevistas a través de su autor, pero también predecible y en ciertos momentos, cursi. A Alatriste lo merodean los lugares comunes de los antihéroes modernos, con su ambiguo sentido del honor, su mezcla de sentimental y canalla, taciturno pero atrayente, más antisocial que bravucón, perseguido por remordimientos y fantasmas, pero también forjado por ellos mismos.

Y sin embargo, o quizá precisamente por lo aquí mencionado, la popularidad del capitán ha trascendido por mucho al mundo de la literatura. Las aventuras de este espadachín han inspirado un juego de rol, comics, una película (la más costosa producción española hasta la fecha), una serie de televisión y hasta un pintoresco restaurante en las callejuelas del centro de Madrid.

Especialmente recomendada para adolescentes y jóvenes, para lectores principiantes o para quienes gustan de obras ligeras que se puedan leer en el metro o en el autobús, “El capitán Alatriste” es una obra disfrutable, pero a la que no se le puede exigir demasiado.

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