miércoles, 25 de diciembre de 2013

0 Frankenstein o El moderno Prometeo, Mary Shelley (1818)

No son pocas las obras clásicas de la Literatura –y sucede también en otras Artes- que corren una suerte paradójica: son tan populares que sus personajes y sus historias se encuentran instalados definitivamente en el imaginario colectivo, pero al mismo tiempo sus detalles y puntos medulares son ignorados por la mayoría. Esta es la suerte contradictoria de Frankenstein o El moderno Prometeo, extraordinaria novela gótica, pieza clave del género de terror y precursora de la ciencia ficción, cuyo personaje principal ocupa, sin duda alguna, uno de los puestos principales de la mitología contemporánea. La trama es bien conocida, al menos a grandes rasgos, aunque hay que decir que quizá no gracias particularmente a la novela, sino a las diferentes versiones libres que se han desarrollado en múltiples medios, las cuales han propagado y establecido ideas sobre la historia y particularmente sobre sus protagonistas, que no siempre coinciden con la publicación original, escrita en 1818 por la escritora londinense Mary Shelley. La fábula de Frankestein ocupa pues un lugar destacado en el imaginario colectivo y en la mitología de terror, sin embargo, la asombrosa novela en la que su historia fue contada por primera vez, sigue siendo una gran desconocida para los lectores del siglo XXI.

Este es un perturbador relato sobre la posible perversión del progreso científico y tecnológico, la relación entre la ciencia y la moral, la búsqueda de poderes divinos, especialmente el de otorgarle vida a lo inerte, y la responsabilidad que ello implicaría. Es también un ensayo sobre la orfandad, la venganza, la naturaleza dual del ser humano y la desesperada búsqueda de un creador que nos reconozca, nos acompañe y nos rescate de la soledad.

Es la historia de Víctor Frankenstein, un joven y talentoso científico, primogénito de una buena casa, querido y respetado por su familia y amigos. Ávido de incrementar su dominio de las ciencias, Víctor emigra de Suiza, su país natal, a Inglaterra, para continuar sus estudios universitarios en ciencias naturales. Ensimismado y obsesionado con los increíbles avances y descubrimientos científicos que ha realizado, poco a poco, Víctor comienza a aislarse y a perder cada vez más el contacto con la sociedad. Su último descubrimiento, la capacidad de transferirle a la materia inerte la chispa de la vida, lo lleva a emprender un proyecto que trasciende por mucho los límites de la ciencia hasta ese momento conocida: construir una criatura en un laboratorio clandestino y otorgarle el don de la vida. Víctor Frankenstein es el único científico capaz de realizar semejante hazaña, sin embargo, su dominio de la ciencia no lo ha preparado para entender las implicaciones de su arrojado experimento y enfrentar sus terribles consecuencias. Esa será una nueva lección que tendrá que aprender con sufrimiento, dolor y desesperación, lección que le será impartida precisamente por la criatura a la que le ha dado vida.

Como las grandes obras, Frankenstein o El moderno Prometeo no ha estado exenta de la polémica, la discusión y la reinterpretación. La novela es constantemente estudiada y analizada por lectores y académicos de todo el mundo, e incluso se le dedican cátedras y cursos enteros en algunas universidades. Pero sin duda, una de sus claves más importantes, sino es que la principal, se encuentra en el mismo título de la novela. En éste, Mary Shelley nos advierte que estamos ante un recuento del antiguo mito de Prometeo, el titán que en la mitología griega crea a los hombres y les regala el fuego, por lo que después es castigado por los dioses. A diferencia de Prometeo, Víctor Frankenstein es castigado por su propia creación.

Cine, teatro, televisión, historietas e incluso operas-rock, son solo algunos de los medios en los que el relato ha sido recreado constantemente, destacando la famosa película en blanco y negro de 1931, del director James Whale, que estableció definitivamente la imagen física de la criatura que protagoniza la novela: alto, espalda ancha, piel pálida, labios gruesos y rasgos toscos, de lento andar y con una sobria vestimenta negra; ciertamente la imagen que a todo el mundo le viene a la mente al escuchar este nombre.

En su novela Frankenstein o El moderno Prometeo, Mary Shelley planteó importantes preguntas que después de poco más de siglo y medio continúan siendo totalmente relevantes: ¿Cuál era la responsabilidad del creador ante su creación?, ¿quién es el verdadero monstruo de la historia?, ¿qué significa ser humano?, ¿era la criatura construida por Víctor Frankenstein un ser humano? Estas cuestiones son absolutamente vigentes y es preciso que la humanidad siga reflexionando al respecto, dados los sorprendentes descubrimientos científicos y los increíbles avances tecnológicos alcanzados en los últimos años, como la clonación, la ingeniería genética y el desarrollo de biotecnología.

miércoles, 18 de diciembre de 2013

0 "Demasiada Felicidad" de Alice Munro (2010)

 
Uno de los efectos que tiene el Premio Nobel de Literatura es que coloca a los galardonados bajo los reflectores. No importa si se trata de un escritor ampliamente conocido, como fue el caso de García Márquez en 1982 y de Harold Pinter en 2005, o de autores poco difundidos como Mo Yan en 2012. Invariablemente,la obra de los galardonados recibe una gran atención de manera casi automática.

El caso de la escritora canadiense Alice Munro no ha sido la excepción. Varios de sus textos han sido reeditados recientemente tras haber sido galardonada este año. La obra que nos ocupa es "Demasiada Felicidad", una compilación de diez cuentos en donde Munro presenta personajes tan disímiles como una matemática rusa que vivió a mediados del siglo XIX y un carpintero ficticio fascinado por los bosques canadienses cuya obsesión por la madera lo lleva a verse involucrado en un serio accidente.

Una de las características del relato corto es que el lector puede inferir desde temprano cuál será el curso que tomará la historia. Sin embargo, Munro logra mantener durante buena parte de sus cuentos el suspenso y va guiando el relato hacia desenlaces poco convencionales. Uno de los elementos que más llamó mi atención, es que durante buena parte de cada uno de los cuentos, pareciera que se trata de relatos mundanos sin mucha sustancia, pero a medida que se avanza en la lectura, los personajes se ven envueltos en situaciones limítrofe que los llevan a actuar de forma inesperada y que desencadenan una serie de acontecimientos que rompen completamente con la predictibilidad del relato.

La mayoría de los relatos están centrados en personajes femeninos. Mujeres de todo tipo, desde aquéllas que enfrentan situaciones adversas como la muerte de los hijos y la ruptura matrimonial hasta profesionistas que pugnan por sobresalir en sectores dominados por hombres. A pesar de que la perspectiva femenina destaca en este trabajo de Munro, los personajes no están encasillados en estereotipos ni existe una exacerbación de las virtudes de las mujeres, por el contrario, se les describe como seres imperfectos, con temores e inseguridades, pero también capaces de dominar sus propias emociones.

Como sucede con todas las antologías, existen relatos más interesantes que otros, según el gusto y la preferencia de cada lector; sin embargo, es indiscutible que la autora conoce y maneja muy bien este tipo de relato. Aunque la narrativa es compleja (hay constantes saltos en el tiempo y el espacio) Munro estructura muy bien el argumento de cada cuento. Asimismo, el manejo del lenguaje es impecable, pues Munro lo adapta de acuerdo con el perfil de cada personaje, utilizando los modismos que mejor transmiten sus características.

La apreciación de la obra de Munro es muy subjetiva, pero hay que reconocer, desde mi perspectiva, dos puntos destacables. Primero, el hecho de que conoce y domina el género del relato corto. Segundo, que se aprecia que Munro es una escritora que hace un trabajo importante de documentación e investigación previo a la escritura. Aun cuando se trate de relatos de ficción, las referencias históricas, geográficas y culturales que se encuentran en sus relatos evidencian que se toma bastante en serio su trabajo.

miércoles, 11 de diciembre de 2013

0 Mil grullas, de Yasunari Kawabata (1951)


En Kamakura, una pequeña ciudad rodeada de montañas, el joven Kikuji lleva una vida simple y solitaria, marcada por la muerte de sus padres y los recuerdos de su infancia, especialmente los relacionados con la promiscuidad de su padre. Kikuji recibe una invitación para asistir a una ceremonia del té que será oficiada por Kurimoto Chikako, maestra experta en el centenario ritual de preparar y compartir el té, y alguna vez amante del padre de Kikuji, el fallecido señor Mitani. Chikako le ha revelado a Kikuji que la ceremonia es una excusa para poder presentarle a una señorita que se encuentra en edad casadera y en busca de esposo. Movido por la curiosidad, Kikuji acude a la cita para descubrir que la soltera en cuestión es Yukiko Inamura: hija de buena familia, joven, bella y refinada, tal como lo revela su pañuelo con el diseño de sembazuru, las mil grullas que en el imaginario japonés simbolizan la longevidad, la salud y los deseos cumplidos. Pero la hermosa Yukiko no es la única que se introduce en la insociable vida de este joven. La ceremonia del té también significará el rencuentro de Kikuji con dos antiguas queridas de su padre: Chikako, la manipuladora y ponzoñosa maestra del té, que hace las veces de casamentera, y la señora Ota, quien vive sumida en la culpa y el remordimiento que le provocan los recuerdos de su aventura con el señor Mitani. El cuadro lo completa Fumiko, la tímida e inasible hija de la señora Ota, la más incomprensible y medrosa de las mujeres que repentinamente han llegado a la vida de Kikuji, y también la única capaz de provocarle nuevos ánimos y deseos al solitario huérfano.

Una de las características de Mil grullas que han seducido a los lectores por más de medio siglo, es que a la manera de los sistemas estelares, esta historia se despliega en una serie de movimientos y relaciones definidas por las fuerzas de la atracción y la repulsión. En principio, la novela misma gira continuamente alrededor de la ceremonia del té, símbolo de hospitalidad, armonía y refinamiento, y una de las manifestaciones tradicionales de la historia y la cultura japonesa que más intrigan a occidente.  Este ritual es el centro alrededor del cual se encuentran irremediablemente atados Kikuji, el cuarteto femenino que lo acompaña, pero también los objetos que utilizan y los lugares en los que se relacionan. Y al igual que con los astros, que recorren el espacio bajo el riesgo de encontrar otro cuerpo celeste en su camino, las órbitas de los protagonistas de Mil grullas pasan tan cerca una de la otra, que parece inevitable que se crucen y provoquen un choque en medio del silencio.

Por su parte, como si fueran pequeños satélites, los personajes parecen sujetos a los utensilios requeridos para llevar a cabo el rito de servir el té. Así, Kikuji gira alrededor de un tazón Oribe negro, Fumiko, de una jarra Shino que ha perdido su identidad, pues ya no se usa para preparar el té sino como florero, el fallecido señor Mitani parecerá estar presente en la forma de un Karatsu de tonos verdes, y la señora Ota a través de un Shino cilíndrico en el que ha quedado marcada la huella de sus labios. Mil grullas es, en parte, una oda a los instrumentos que nos acompañan en nuestros rituales tanto cotidianos como sagrados. En esta historia, objetos y personas se transmutan, se confunden y dejan rastros unos en los otros. Los utensilios guardan las huellas de aquellos a los que pertenecieron, y en los personajes quedan grabados, no los nombres o los rostros de los demás, sino la relación que guardan con sus objetos. Así, para Kikuji, la señorita Inamura es un pañuelo con mil grullas estampadas, y para Chikako, el fallecido señor Mitani es una preciosa y valiosa colección de recipientes y avíos para la ceremonia del té.

Publicada originalmente en 1951, época de posguerra en la que la sociedad japonesa comenzaba a normalizar su vida a pesar de que el recuerdo de la guerra era reciente aún, Mil grullas es una febril y luminosa historia sobre el deseo, la soledad, la culpa, la redención, los significados ocultos de los rituales, el peso de las acciones y decisiones del pasado, y sobre el vínculo irrompible que une a vivos y muertos. A través de un estilo sobrio y flemático, más que narrar, el célebre escritor Yasunari Kawabata parece sugerir, insinuar delicadamente las penas, dudas y recuerdos de Kikuji y las misteriosas mujeres que lo rodean. En Mil grullas, los gestos, los movimientos, las sensaciones, los destellos de la luz en la porcelana, la dirección de las miradas, la humedad de una casa de jardín que necesita ser ventilada, y los colores de unas flores son los verdaderos narradores de la historia.

miércoles, 4 de diciembre de 2013

0 "Carrie" de Stephen King (1974)


La historia de “Carrie” está fuertemente arraigada en la cultura popular. Sin haber leído la novela o haber visto las adaptaciones cinematográficas, existe una noción colectiva de la trama de esta novela de Stephen King. Carrie White, una adolescente retraída, sufre los constantes abusos y humillaciones de sus compañeros de escuela. Durante años, Carrie ha sido el objetivo predilecto de burlas y pesadas bromas que la han traumatizado durante gran parte de su vida. En casa, Carrie tampoco encuentra un espacio de tranquilidad: su madre, una fanática religiosa, la atormenta constantemente con la idea del pecado, impidiéndole llevar una vida normal.

Tras haber sido nuevamente humillada por sus compañeras, Carrie recibe la invitación de uno de los chicos más populares de la escuela para asistir al baile de graduación. A pesar de que duda de la sinceridad de la invitación y de la oposición de su madre, Carrie anhela asistir a ese evento, sin sospechar que un grupo de jóvenes ha diseñado un plan para humillarla frente a toda la generación. Ante esta última agresión, Carrie responde con una venganza que afectará no sólo a sus compañeros, sino a toda la ciudad.

El argumento central pareciera sumamente cotidiano y actual, una adolescente que sufre por el rechazo de sus compañeros y que está indefensa ante los constantes ataques; sin embargo, la protagonista de la novela de King no es una adolescente común y corriente. Desde su infancia, Carrie descubrió que tenía poderes telequinéticos que cada día, tras practicarlos, se habían ido fortaleciendo. Desde mantener un libro flotando en la habitación, hasta someter a su madre durante una discusión, Carrie poco a poco adquiere conciencia del potencial de su poder, aun cuando no pueda controlarlo totalmente.

La novela incorpora en la narración una serie de fragmentos de otros textos relacionados con el incidente provocado por Carrie White, notas periodísticas acerca del suceso, testimonios de algunos testigos, cartas, reportes judiciales, entre otros. A través de esta compilación, King construye la historia de esta adolescente, de su familia y de la tragedia que azotó la ciudad.

“Carrie” es una novela sin muchos atributos, el argumento es ya muy conocido, una persona que ha sido sistemáticamente violentada y que en un momento explota y responde a la agresión. Por otro lado, la narrativa es muy elemental, los personajes caen en todos los estereotipos que podrían asociarse con los adolescentes, la descripción de los poderes telequinéticos de la protagonista hacen que estos episodios parezcan absurdos e inverosímiles. En consecuencia, es un relato que no genera ni suspenso ni terror. En lo personal no sé si una historia como esta provocara esas reacciones a principios de los años 70, en el 2013 definitivamente no.


miércoles, 27 de noviembre de 2013

0 Bartleby, el escribiente; Herman Melville (1853)

Cualquier recuento de los personajes más intrigantes de la Literatura estaría incompleto si no se mencionara de forma especial a Bartleby, el enigmático copista de un despacho legal de Wall Street, cuya historia fue narrada por Herman Melville en 1853, tan solo dos años después de que publicara Moby Dick, la monumental novela que lo consagró como escritor y por la que es comúnmente recordado. Con el tiempo, fue Moby Dick la que se convirtió, merecidamente, en un clásico, mientras que Bartleby, el escribiente tomó su propio camino, lejos del éxito comercial y de los halagos simplones de la crítica, y se volvió una de las primeras obras de culto de la Literatura.

Este extraño relato es contado por un bonachón y apacible abogado neoyorquino de mediados del siglo XIX. No es mucho lo que se sabe sobre el narrador: que es un hombre exitoso en la política y en los negocios, es gentil, educado, razonable, y especialmente tolerante y comprensivo con sus excéntricos empleados: Nippers y Turkey, dos curiosos escribientes encargados de copiar documentos legales a mano durante todo el día, y Ginger Nut, el joven office boy responsable de suministrarles tortas y pasteles a los amanuenses. Ante la prosperidad de su negocio y el incremento en la cantidad de trabajo, el abogado decide colocar un anuncio clasificado solicitando un tercer escribiente. Es así como aparecerá en la oficina la figura "pálidamente pulcra, lamentablemente respetable, incurablemente solitaria" de Bartleby, un insólito personaje sobre el cual no sabemos prácticamente nada, y conforme avance el relato, nos daremos cuenta de que prácticamente no hay nada que saber: Bartleby no tiene apellido, no tiene pasado, no tiene amigos o familia, domicilio, sueños ni expectativas. Hasta donde se sabe, su característica más relevante, o al menos la única certeza que se puede tener sobre él, es que existe… está allí, instalado en un escritorio que se esconde tras un biombo, sentado junto a una ventana desde la cual lo único que puede verse es un muro de ladrillos. La llegada de Bartleby trastornará la paz y la tranquilidad del pacífico abogado, quien lo intentará todo para librarse de este sombrío invasor.

Los problemas del abogado con su nuevo empleado surgen cuando éste comienza a negarse ante las más elementales peticiones de su empleador. Es aquí donde Melville pone en boca de Bartleby una sentencia maldita que se ha convertido en una de las frases más famosas de la literatura: I would prefer not to [Preferiría no hacerlo]. Como un mantra, estas palabras serán lo único a lo que Bartleby decida aferrarse. Pero eso es solo el principio: poco después, Bartleby no solo se rehusará a llevar a cabo sus labores profesionales, sino que prácticamente se negará a realizar cualquier acción que vaya más allá del hecho mismo de estar allí, ocupando un espacio. Si bien al principio este escribiente se muestra como un empleado eficiente y confiable, no tardará en mostrar una naturaleza disruptiva de la lógica y de la paz que reina en la oficina: Bartleby es sencillamente indiferente hacia todo, ha abandonado ya no solo su sentido del asombro sino los más primarios instintos de reacción ante lo que le rodea, y ha renunciado a su voluntad, a sus deseos, y a la ansiedad que provoca el estar vivo.

Con apenas menos de cien páginas, este relato ha sido centro de incontables discusiones y reflexiones, ha provocado innumerables ensayos y estudios críticos (incluyendo el célebre ensayo Bartleby y compañía, del escritor español contemporáneo Enrique Vila-Matas), y ha ocupado la atención de artistas e intelectuales como Camus, Borges y King. La influencia de esta obra ha sido tal, que incluso se le atribuye haber sido precursora de movimientos filosóficos y artísticos como el existencialismo y la literatura del absurdo. Son varios los elementos de Bartleby, el escribiente que llaman la atención, pero quizá su principal atractivo radique en su carácter ininteligible, confuso y misterioso, y en la extraña sensación de desosiego en la que permanece el lector incluso mucho después de haber terminado la obra.

A más de un siglo y medio de distancia, Bartleby sigue siendo tan elusivo y tan enigmático como lo fue en el momento de su aparición, a mediados del siglo XIX. La brevedad de la obra, la inteligente y curiosa combinación de sencillez y profundidad, y la extraña sensación de desconcierto en la que queda sumergido el lector, invitan irremediablemente a una segunda y tercera lectura. Pero incluso después de revisar la historia varias veces, el lector se encuentra en el mismo estado de confusión y conmiseración por el singular escribiente. Obra adelantada a su época, que cualquier lector, ya sea principiante o adelantado, preferiría no perderse.

miércoles, 20 de noviembre de 2013

0 "Mi vida en la Maleza de los Fantasmas” de Amos Tutuola (1973)


De vez en cuando es interesante encontrarse con un texto que sale de lo convencional. Acercarnos a la obra de escritores no muy conocidos puede llevarnos a experimentar realidades distintas a la nuestra y abrir la mente hacia otro tipo de relatos. Poco difundida, la literatura africana es un medio efectivo para conocer, de primera mano, un poco más acerca de la cultura de quienes viven en este continente. Existe un halo de misterio alrededor de este lugar, tenemos ideas preconcebidas acerca de él, relacionadas con el subdesarrollo, la pobreza y la ingobernabilidad; sin embargo, más allá de esto, la cultura africana ofrece una vasta diversidad de relatos derivados de la diversidad de etnias existentes.

“Mi vida en la Maleza de los Fantasmas” es un relato escrito por el nigeriano Amos Tutuola que narra la travesía de un niño en una especie de mundo paralelo en el que habitan fantasmas y seres fantásticos y en donde las “personas terrenales” no son bienvenidas. El protagonista transita por varios pueblos habitados por fantasmas, los cuales presentan características muy distintas entre sí, algunos fantasmas lo reciben con comida y bebida en abundancia dándole trato de rey, mientras que otros lo azotan y lo confinan a ser un esclavo. En esta maleza, los fantasmas tienen la capacidad de transformarse en otras criaturas, de hacerse invisibles y otras muchas habilidades sobrenaturales. En este mundo lleno de elementos fantásticos, transcurren 24 años en la vida del protagonista, tiempo durante el cual se casa, es adorado como una deidad, provoca una guerra y enfrenta múltiples peligros. A pesar de todo, su mayor deseo es encontrar el camino de vuelta a su pueblo natal en el mundo terrenal y reencontrarse con su familia.  


Definitivamente no es un libro fácil de leer, es un texto en el cual se presentan muchos sucesos que involucran a múltiples personajes en situaciones fantásticas lo que dificulta la narrativa. Originalmente, el texto está escrito en un inglés imperfecto y la traducción intencionalmente transmite esta imperfección al conservar errores de sintaxis y el uso impropio del vocabulario de alguien que escribe en una lengua distinta a la suya.
Lo más rescatable de esta obra es que es un acercamiento a la mitología africana que transmite la gran capacidad imaginativa del autor, nos encontramos con una serie de relatos concatenados llenos de elementos fantásticos y sobrenaturales. A través de la descripción de estos seres, el lector puede sentirse inmerso en una atmósfera de incertidumbre ante lo desconocido. La exacerbación de los sentimientos como la ira, el miedo y la desesperanza presentes en la obra son muy característicos de la literatura africana.


Es un libro que transmite fielmente la complejidad de la mitología africana, el misterio y la oscuridad que rodean a esta cultura, pero que definitivamente sale de lo convencional y requiere de mucha concentración para seguir el hilo conductor de la historia. Al final, uno termina simplemente exhausto mentalmente.

miércoles, 13 de noviembre de 2013

0 La Ignorancia, Milan Kundera (2000)


Durante la Revolución francesa se acuñó el término del émigré, el “emigrado”, símbolo y figura imprescindible de las sociedades contemporáneas. Sabemos que la migración es tan antigua como el mismo ser humano, pero no fue hasta que se acuñó ese término a finales del siglo XVIII, que se hizo manifiesto el matiz, la connotación del autoexilio político o social del emigrado. Desde entonces, el arte, la cultura y la política, han desarrollado una imagen idealizada y romántica del autoexiliado, el que abandona su patria por decisión propia, pero bajo una nota implícita de protesta, obligado o presionado por sus circunstancias, y como única alternativa ante ciertas condiciones políticas o sociales que imperan en su país. En La Ignorancia, Milan Kundera nos ofrece un sensible, inteligente y preciso ensayo (en forma de novela) sobre el exilio, el regreso a casa del émigré, y los sentimientos, hallazgos, desilusiones y desencantos que desata la repatriación.

Irena y Josef son dos checoslovacos que, cada uno por su cuenta y por diferentes circunstancias, se ven obligados a expatriarse, huyendo de la invasión soviética que instauró en su país un totalitarismo más duro aun que el implementado durante el régimen comunista anterior a la invasión. Irena, “bella a los cuarenta”, viajó a Francia, donde con esfuerzo, mucho trabajo y sacrificios, logró establecerse y seguir con su vida; mientras que Josef, un poco mayor que Irena, se exilió en Dinamarca, donde se enamoró, se casó y tuvo una vida simple pero feliz. El fin de la era soviética, en 1989, les brinda la oportunidad de regresar al país que tuvieron que abandonar veinte años antes, su tierra natal, que en el ideario europeo se supone que sigue siendo su “hogar”. Ambos emprenden un forzado viaje de regreso a Praga, a reconocer las calles, los lugares y las personas que no han visto durante dos décadas; a reencontrarse con su familia y amigos, aquellos que tuvieron que dejar atrás en su búsqueda de una vida mejor; a comunicarse de nuevo en su idioma materno, un lenguaje que entienden pero que después de tanto tiempo se ha vuelto extraño para ellos. Para Josef e Irena, extranjeros en los países donde tienen veinte años viviendo, y extraños en su tierra natal, que no es ni volverá a ser el país de su infancia y juventud, la posibilidad de volver al terruño los obliga a preguntarse seriamente dónde está su hogar. Buscando la respuesta a esa interrogante, realizan un viaje en el que descubrirán que “el hogar” es algo cambiante, poco fidedigno, y para el émigré, algo ilusorio.

Las historias de Irena y Josef (historias en principio independientes pero que al estilo Kunderiano se cruzarán en un episodio de erotismo en el clímax de la novela) pueden parecer simples a primera vista, sin embargo encierran algunos de los “dramas filosóficos” más profundos, interesantes y relevantes de la edad contemporánea: la búsqueda del hogar, el desencanto del regreso a casa, la consecuente pérdida de la identidad, y la trampa de la otredad, en la que siempre somos reconocidos como un “otro”: un extranjero, un visitante, un invasor; y ya no como uno del grupo, un paisano, un vecino o un compatriota. Al más puro estilo de Cabral: ese limbo en el que ya no somos de aquí, ni de allá.

Totalmente acorde con el estilo al que Kundera nos tiene acostumbrados, la trama no es más que una especie de “representación” de los temas que subyacen en el fondo (algunos de ellos, ya clásicos de este autor): la memoria, el olvido, la nostalgia, la añoranza, las ilusiones, los recuerdos compartidos, el arraigo y el desapego, la relatividad y fragilidad del hogar, y la relación hogar-identidad. De hecho, la novela en sí puede ser considerada como una serie de variaciones y exploraciones sobre este tema de inspiración homérica: el difícil regreso a casa. En este sentido, Kundera revisita, homenajea pero también deconstruye constante y explícitamente el mito de Ulises, quién tras veinte años de haber partido de su amada Ítaca, regresa a su tierra sólo para darse cuenta que se ha convertido en un extraño al que no se le añora más. Fiel a su talante de “escritor-filósofo”, Kundera no solo cuenta una historia, sino que la comenta, le añade notas, observaciones y apostillas, ya que su punto no es sólo contar una trama, sino las ideas que están detrás de la trama. Es verdad, como algunos críticos han señalado, que La Ignorancia es en ciertos aspectos “diferente” a sus obras anteriores (por ejemplo es mucho más ligera y fácil de leer, cosa que se agradece enormemente), sin embargo conserva su sello indiscutible y algunos de los elementos que le han valido miles de lectores fieles alrededor del mundo. Por ejemplo, en La Ignorancia, Kundera no oculta los elementos psicológicos, filosóficos, lingüísticos e históricos de los que echa mano para construir sus reflexiones; de hecho, al estilo de Balzac o Tolstoi, Kundera ni siquiera se molesta en reservarse sus comentarios en primera persona, lo que crea un efecto parecido a estar en la presencia del autor.

Esta es la última novela de la “trilogía de novelas breves” de Milan Kundera. De hecho, es la última obra de ficción que el autor ha publicado (le siguieron únicamente El telón y Un encuentro, ambos ensayos sobre Arte y Literatura), y tras casi 14 años en espera de una nueva obra, algunos comentaristas ya especulan que esta será la última novela que leeremos de Kundera. Lo que sí sabemos es que es una de sus obras más personales, insipirada claramente no sólo en un afán filosófico, sino en sus propias vivencias, y que su lectura es imprescindible ya no solo para sus seguidores, sino para cualquier lector asiduo de las obras que invitan a la reflexión. Seguramente, La Ignorancia es la obra más conmovedora que se ha escrito sobre la búsqueda del hogar, desde La Odisea del poeta Homero.


miércoles, 6 de noviembre de 2013

0 "El curioso incidente del perro a medianoche" de Mark Haddon (2003)


Una historia con un protagonista atípico es un buen elemento para llamar la atención de los lectores, especialmente si el protagonista sufre de una condición poco conocida como el autismo. “El curioso incidente del perro a medianoche” es un best-seller de Mark Haddon del 2003 cuyo personaje principal es Christopher, un adolescente británico con síndrome de Asperger, el cual es considerado un tipo de autismo funcional.

Christopher es muy distinto al resto de los jóvenes de su edad, no le gusta ningún tipo de contacto físico, le molestan los cambios en su rutina, es incapaz de mentir y de entender el sarcasmo y la ironía. En consecuencia, pasa la mayor parte del tiempo solo, resolviendo problemas matemáticos, mirando videos de ciencia y jugando con su única compañía, Toby, su rata doméstica.  Su rutina es simple, acude a una escuela de educación especial y regresa a casa con su padre, con quien de vez en cuando sale a pasear. Todo parece transcurrir sin mayor sobresalto, hasta que un día Christopher descubre que alguien ha asesinado al perro de su vecina, la señora Shears. Dado que los perros son seres predecibles que le inspiran confianza, Christopher decide investigar quién pudo ser el responsable de matar al perro de la señora Shears. Esta búsqueda lo llevará a descubrir otros secretos, acerca de su propia vida y de lo que creía perdido.

“El curioso incidente del perro a medianoche” es una novela en donde un incidente aparentemente sin importancia, desencadena una serie de acontecimientos que cambian la vida de Christopher y que lo obligan a enfrentarse a situaciones totalmente desconocidas y agobiantes para él. El lector no tardará mucho en sacar sus propias conclusiones acerca de la trama, dado que es bastante predecible. La originalidad de la obra  radica en centrarla en un joven con Asperger, lo que en mi opinión es, al mismo tiempo, su principal acierto y su principal error.

Por una parte, el comportamiento de Christopher es sumamente distinto al de cualquier otro joven de su edad del que tengamos referencia, su incapacidad para establecer vínculos sociales lo coloca en una posición de gran vulnerabilidad. A pesar de tener 15 años, su desconexión del mundo provoca que fuera de su entorno, Christopher manifieste su incapacidad para conducirse en tareas tan comunes como tomar un tren o atravesar una calle, en contraste con la recurrente figura del adolescente impetuoso e intrépido que existe en otras novelas como El Guardián entre el centeno, por ejemplo. Sin embargo, en el caso de esta novela, Christopher es caracterizado superficialmente como un joven autista, Haddon banaliza este síndrome al reducirlo a un comportamiento repetitivo –que transmite a través de la descripción continua de sus rutinas o a la incorporación de referencias matemáticas- que no logra crear un personaje lo suficientemente complejo para poder sostener el argumento central. El autor no logra describir un personaje con Asperger que realmente muestre la complejidad de este síndrome, pero tampoco logra crear una historia lo suficientemente interesante como para subsanar esa deficiencia.

 
Indudablemente, sólo quienes padezcan Asperger, sus familias y los especialistas pueden saber con certeza cuáles son las características de este síndrome, más aún cuando éste puede manifestarse de distintas maneras en cada individuo. En mi opinión, esta novela no ofrece más que una visión muy elemental de cómo perciben el mundo las personas con Asperger, parece únicamente un pretexto para contar una historia bastante convencional. El uso del lenguaje repetitivo y las alusiones matemáticas a lo largo del texto, cuyo fin es que el autor entienda cómo piensa una persona con Asperger, puede resultar monótono y realmente no transmite los desafíos que enfrentan cotidianamente. Es el tipo de novela que después de leerla deja la sensación de que para escribir un best seller no hace falta una gran historia ni tener una gran pluma, quizá sólo sea cuestión de azar.

miércoles, 30 de octubre de 2013

0 Romeo y Julieta, William Shakespeare (1597)


La vida en Verona, una pequeña ciudad al norte de Italia, transcurre con calma para la mayoría de sus habitantes, pero no para los Montesco y los Capuleto, las dos familias más importantes de la ciudad, que desde tiempos remotos viven enfrascados en una rivalidad que continuamente provoca hostilidades entre ellos. En las calles no son raros los momentos de tensión, ya que el solo encuentro fortuito de Montescos y Capuletos puede conducir a un enfrentamiento con espadas y puñales desenvainados. Mientras que esta enemistad se extiende a los amigos e incluso hasta los sirvientes de dichas casas, los miembros más jóvenes de estas familias parecen tener preocupaciones más importantes que una vieja y absurda disputa cuyo origen ya nadie recuerda: como la mayoría de los adolescentes, Romeo Montesco pasa su tiempo lamentándose de su mala suerte en los asuntos del corazón, mientras que a la tierna Julieta Capuleto le preocupa tener que casarse por la fuerza con el Conde Paris, un pariente del príncipe de Verona que la ha pedido en matrimonio y espera enlazarse con ella cuanto antes. Así las cosas en Verona, la familia Capuleto organiza un baile de mascaras para que Paris pueda acercarse Julieta. Sin embargo, en un giro inesperado del destino, no será de Paris de quien se enamore perdida e irremediablemente la bella Julieta, sino de un enemigo infiltrado en la fiesta bajo el camuflaje de un antifaz: el heredero único de los Montesco, que se ha colado en baile por influencia de su primo. Sabiendo que su amor está condenado al rechazo de sus familiares y de la sociedad veronesa por ser parte de familias rivales, Romeo y Julieta tendrán que enfrentarse a una serie de obstáculos y circunstancias adversas, armados únicamente con su caprichoso, obstinado e impulsivo amor.

Escrita alrededor de 1597 por el célebre dramaturgo inglés, William Shakespeare, Romeo y Julieta (cuyo título completo es La más excelente y lamentable tragedia, Romeo y Julieta), es la obra que instauró definitivamente el arquetipo de las historias de amor imposible, el amor que tiene que luchar contra “viento y marea”, contra las presiones sociales, el amor loco, ardiente, impulsivo, pero también del amor destinado a terminar en desgracia. Ya mucho antes del siglo XVI se habían narrado trágicas historias de amor y muerte (como la de Píramo y Tisbe, o la de Habrócomes y Antía), por lo que no se le atribuye a Shakespeare haber sido el primero en escribir una tragedia de este tipo. De hecho, Shakespeare ni siquiera inventó la historia de Romeo y Julieta (que fue narrada por primera vez en poemas que datan de la primera parte del siglo XVI), pero él la rescató, la reinterpretó con su inigualable estilo y la rescribió para ser representada en un escenario, dando como resultado una obra que ha sido celebrada durante cuatro siglos. En cualquier caso, su versión de “Romeo y Julieta” es probablemente la más célebre historia de amor de la literatura. La historia de estos jóvenes, cuyo amor prohibido termina en desgracia en la oscuridad de una catacumba, ha sido reproducida y reinterpretada tantas veces durante más de cuatrocientos años, que en realidad no hace falta haberla leído o haber visto su escenificación para conocer el triste destino de los llamados “amantes de Verona”.

Hay que añadir que Romeo y Julieta es mucho más que la triste y romántica historia de amor adolescente que comúnmente se cree que es. Se trata en realidad de una emocionante obra que examina el rencor, la venganza, la relación entre el amor y la violencia, el matrimonio, los límites impuestos por las convenciones sociales, la inevitabilidad del destino, y el erotismo que resulta del cruce del sexo con la muerte.

Quien crea que Shakespeare, el teatro isabelino, o la literatura del siglo XVI han perdido su atractivo en el siglo XXI, no puede estar más equivocado. En menos de tres días (y tan solo 50 páginas) una inocente historia de amor juvenil termina en una desgracia digna del noticiario nocturno: dos jóvenes se casan clandestinamente sabiendo que son miembros de linajes enemigos, se frustró un matrimonio arreglado entre una pequeña de tan solo trece años con el hombre rico de la ciudad, cinco personas murieron, incluyendo dos menores que prefirieron suicidarse que seguir viviendo sin el amor de su (corta) vida, y dos hombres fueron detenidos, incluyendo un anciano que le facilitó a la pequeña un sofisticado narcótico. Todo esto mezclado con símbolos de amor, muerte y sexo, y románticos sonetos de la pluma de uno de los más célebres poetas de la historia. ¿Quién dijo que Shakespeare era aburrido?

 

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