No son pocas las obras clásicas de la
Literatura –y sucede también en otras Artes- que corren una suerte paradójica:
son tan populares que sus personajes y sus historias se encuentran instalados
definitivamente en el imaginario colectivo, pero al mismo tiempo sus detalles y
puntos medulares son ignorados por la mayoría. Esta es la suerte contradictoria
de Frankenstein o El moderno Prometeo,
extraordinaria novela gótica, pieza clave del género de terror y precursora de
la ciencia ficción, cuyo personaje principal ocupa, sin duda alguna, uno de los
puestos principales de la mitología contemporánea. La trama es bien conocida,
al menos a grandes rasgos, aunque hay que decir que quizá no gracias particularmente
a la novela, sino a las diferentes versiones libres que se han desarrollado en múltiples
medios, las cuales han propagado y establecido ideas sobre la historia y particularmente
sobre sus protagonistas, que no siempre coinciden con la publicación original, escrita
en 1818 por la escritora londinense Mary Shelley. La fábula de Frankestein ocupa
pues un lugar destacado en el imaginario colectivo y en la mitología de terror,
sin embargo, la asombrosa novela en la que su historia fue contada por primera
vez, sigue siendo una gran desconocida para los lectores del siglo XXI.
Este es un perturbador relato sobre la posible perversión
del progreso científico y tecnológico, la relación entre la ciencia y la moral,
la búsqueda de poderes divinos, especialmente el de otorgarle vida a lo inerte,
y la responsabilidad que ello implicaría. Es también un ensayo sobre la
orfandad, la venganza, la naturaleza dual del ser humano y la desesperada
búsqueda de un creador que nos reconozca, nos acompañe y nos rescate de la
soledad.
Es la historia de Víctor Frankenstein, un joven
y talentoso científico, primogénito de una buena casa, querido y respetado por
su familia y amigos. Ávido de incrementar su dominio de las ciencias, Víctor
emigra de Suiza, su país natal, a Inglaterra, para continuar sus estudios
universitarios en ciencias naturales. Ensimismado y obsesionado con los
increíbles avances y descubrimientos científicos que ha realizado, poco a poco,
Víctor comienza a aislarse y a perder cada vez más el contacto con la sociedad.
Su último descubrimiento, la capacidad de transferirle a la materia inerte la
chispa de la vida, lo lleva a emprender un proyecto que trasciende por mucho
los límites de la ciencia hasta ese momento conocida: construir una criatura en
un laboratorio clandestino y otorgarle el don de la vida. Víctor Frankenstein
es el único científico capaz de realizar semejante hazaña, sin embargo, su
dominio de la ciencia no lo ha preparado para entender las implicaciones de su
arrojado experimento y enfrentar sus terribles consecuencias. Esa será una
nueva lección que tendrá que aprender con sufrimiento, dolor y desesperación, lección
que le será impartida precisamente por la criatura a la que le ha dado vida.
Como las grandes obras, Frankenstein o El moderno Prometeo no ha estado exenta de la
polémica, la discusión y la reinterpretación. La novela es constantemente
estudiada y analizada por lectores y académicos de todo el mundo, e incluso se
le dedican cátedras y cursos enteros en algunas universidades. Pero sin duda,
una de sus claves más importantes, sino es que la principal, se encuentra en el
mismo título de la novela. En éste, Mary Shelley nos advierte que estamos ante
un recuento del antiguo mito de Prometeo, el titán que en la mitología griega
crea a los hombres y les regala el fuego, por lo que después es castigado por
los dioses. A diferencia de Prometeo, Víctor Frankenstein es castigado por su
propia creación.
Cine, teatro, televisión, historietas e incluso
operas-rock, son solo algunos de los medios en los que el relato ha sido
recreado constantemente, destacando la famosa película en blanco y negro de
1931, del director James Whale, que estableció definitivamente la imagen física
de la criatura que protagoniza la novela: alto, espalda ancha, piel pálida,
labios gruesos y rasgos toscos, de lento andar y con una sobria vestimenta
negra; ciertamente la imagen que a todo el mundo le viene a la mente al
escuchar este nombre.
En su novela Frankenstein o El moderno Prometeo, Mary
Shelley planteó importantes preguntas que después de poco más de siglo y medio
continúan siendo totalmente relevantes: ¿Cuál era la responsabilidad del
creador ante su creación?, ¿quién es el verdadero monstruo de la historia?, ¿qué
significa ser humano?, ¿era la
criatura construida por Víctor Frankenstein un ser humano? Estas cuestiones son
absolutamente vigentes y es preciso que la humanidad siga reflexionando al
respecto, dados los sorprendentes descubrimientos científicos y los increíbles
avances tecnológicos alcanzados en los últimos años, como la clonación, la
ingeniería genética y el desarrollo de biotecnología.