En el prólogo de una vieja edición de Las penas del joven Werther, la ensayista española Carmen
Bravo-Villasante escribió que para leer esta historia hay que haber amado, ya
que de otro modo podría parecer ridícula o incluso incomprensible. Si bien esta
conclusión puede parecer algo tajante en principio, la verdad es que por más
intentos que se den para llegar a nuevas reflexiones sobre “el Werther”, ésta
sigue siendo una de las mejores advertencias que se le puede hacer al lector que
esté pensando en acercarse a esta triste historia (que nadie se diga engañado, las
desventuras de nuestro protagonista se nos anuncian desde el título del libro):
para entender a Werther hay que haber amado, y para ser más precisos, hay que
haber amado apasionadamente, con locura, con desenfreno, con ardor… Claro que
los románticos dirán que en realidad no hay otra forma de amar.
Ambientada a finales del siglo XVIII, esta es la historia de Werther,
un joven aficionado a la pintura, la poesía y la naturaleza. Werther es un
hombre sensible, apasionado, un espíritu libre y un romántico. Y como todo buen
romántico que se precie de serlo, Werther tiene serios problemas para encajar
en una sociedad más bien desteñida y ocupada en asuntos tan banales como los
negocios y las reuniones de alta alcurnia. Hastiado de las convenciones
sociales y del estilo de vida de la sociedad burguesa, Werther se retira a una
pequeña cabaña en el campo, en busca del sueño bucólico. Allí pasa su tiempo
leyendo poesía, dibujando, pintando y dando largas y revitalizantes caminatas a
través de hermosos parajes… hasta que conoce a Lotte (“Carlota” en las
ediciones que traducen incluso nombres y apellidos). Desde su primer encuentro
con ella, Werther ve trastocada su paz interior, sabe que su vida no volverá a
ser la misma, y poco a poco su mente y su corazón se verán envueltos en el
ardor de un amor indómito e irrefrenable, pero tristemente nacido para perder:
la bella Lotte se encuentra comprometida, vale decir, felizmente comprometida
con otro hombre, Albert, quien contrario a lo que desearía Werther, no es
precisamente un villano sino de hecho un buen hombre, fiel, cariñoso,
trabajador, agradable y dedicado a hacer feliz a Lotte. En este escenario, cualquiera
que alguna vez haya sufrido la desolación de un amor no correspondido
comprenderá fácilmente cuáles son las penas del joven Werther.
Quizá una de sus cualidades más importantes de esta obra es la
simplicidad con la que cuenta una historia tan profunda. En esta historia no
hay seres de fantasía que requieran ser vencidos, no hay villanos que
secuestren a la doncella o brujas que engañen al héroe para alejarlo de su
meta. El drama está en otro lado, en la desolación del amor no correspondido.
En este sentido, el drama de Werther y Lotte no es muy distinto al que alguna
vez hemos experimentado la mayoría de los seres humanos. J. W. von Goethe, toma
un historia de amor sencilla, cotidiana, realista, y la transforma en una obra
colosal de la literatura. Las penas del
joven Werther tuvo un origen tan realista, que de hecho está basada en la
propia experiencia de Goethe, quien en su juventud también se enamoró sin
esperanzas de una mujer casada, y de un amigo del escritor, quien sufrió el
mismo destino que Werther.
“El Werther” no sólo significó un éxito instantáneo para su autor,
quien pasó de ser prácticamente desconocido a convertirse en una de las
primeras celebridades del mundo literario con tan sólo 24 años de edad, también
tuvo un enorme impacto en la vida artística, cultural y social de la época: a
la manera de los lectores de sagas juveniles del siglo XXI que se disfrazan de
sus personajes favoritos, los jóvenes lectores del siglo XVIII también
comenzaron a imitar el estilo, el comportamiento y los atuendos de Werther, lo
que de hecho terminó por volverse una preocupación para las autoridades de
diferentes ciudades europeas.
Por supuesto, quizá no todos los lectores se sientan identificados
con Werther en el momento de leer esta obra, pero si en algún momento de su
vida tuvieron la suerte de haberse enamorado sin esperanzas, comprenderán más
fácilmente la triste historia de este joven, el amante desdichado de la
literatura. A casi dos siglos y medio de distancia, la historia de Werther no
ha perdido vigencia, después de todo, como el mismo Goethe afirmó: “Debe de ser
malo, si no todos tienen un momento en su vida en el que sientan que Werther
ha escrito solo para ellos”, aun en el siglo XXI.
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