Con la publicación
de El Gran Gatsby, en 1925, Francis Scott Fitzgerald realizó una de las mayores
aportaciones que un escritor estadounidense le haría al imaginario de su propio
país durante el siglo XX. Si bien es cierto que no fue un éxito inmediato, tras
la muerte de su autor, El Gran Gatsby se convirtió en obra de culto entre los lectores
norteamericanos, y en ese país es usualmente considerada como una novela de
transición de las lecturas de la adolescencia hacia las novelas de alto calibre.
Ambientada en
New York y Long Island durante 1922, El Gran Gatsby es la historia de un
veterano estadounidense de la primera guerra mundial, de origen incierto y con
un enorme halo de misterio a su alrededor (incluida una personalidad taciturna
y trágica que de inmediato lo aparta de los demás), que regresa al escenario de
su juventud, Long Island, después de haberse enriquecido a través de
actividades de las que nadie puede dar fe, en busca de un cabo suelto de su
pasado que le es imposible olvidar y que ha atormentado su corazón durante los
últimos cinco años. Jay Gatsby es un mito, incluso en su propio universo. Nadie
sabe bien de dónde ha salido, pero todos intentarán disfrutar sus pródigos
festines mientras se pueda. Su riqueza y los rumores que no siempre se molesta
en desmentir, lo han colocado justo donde él mismo ha planeado: en el centro
de atención de la clase alta de New York, de la farándula y otros parranderos que
siempre acuden sin invitación. Pero Gatsby es un romántico y como todo
romántico que se precie de serlo, se encuentra irremediablemente encadenado a un
ideal al que debe dedicarle su vida: los lujos, las fiestas, los sirvientes, son
sólo artilugios de oropel para la consecución de un fin mucho mayor.
Mucho se ha
dicho ya sobre el retrato que Fitzgerald logró del panorama neoyorkino, en un
momento en que bohemios y pudientes por igual se dejaban embelesar por el
pegajoso e incitante nuevo ritmo del jazz, en una prometedora época en la que
la guerra había quedado atrás y la crisis económica aún estaba muy lejos. Curiosamente,
F. Scott Fitzgerald escribió la mayor parte de esta novela tan apreciada en
Estados Unidos, mientras disfrutaba las delicias de la vida en la Riviera
Francesa.
Las incontables fiestas
hasta el amanecer, el desfile de excéntricos personajes, la música de orquesta,
las luces en el embarcadero de Long Island y especialmente el misterioso
encanto de Gatsby han seducido ya a varias generaciones de lectores. ¿Héroe o
anti-héroe? ¿Un tonto romántico o un campeón que ha comprendido que la vida
sólo tiene valor cuando se le entrega a alguien más? No es nada fácil juzgar a
tan inasible personaje. Esa es
la advertencia que Fitzgerald nos hace desde las primeras líneas de su novela: <<Whenever you feel like criticizing any
one […] just remember that all the people in this world haven't had the
advantages that you've had>>.
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